C�MO SE RECUERDAN LOS ABUSOS: EL CASO DE CARMEN
A los 3 � 4 a�os, no lo recuerdo muy bien, fue cuando �l empez� a tocarme. No ten�a la pierna derecha por lo que siempre estaba sentado, me llam� y me dijo que si me sentaba en su pierna me contar�a unos cuentos preciosos que hab�a le�do en un libro que ten�a escondido. Yo que era muy t�mida y que no hablaba mucho me acerqu� y me sent� en su rodilla. Mi abuelo siempre esper� a que mi abuela tuviera que irse al patio o a comprar. El me toco por debajo de las braguitas, yo no supe apartarle la mano de all� y �l se aprovech� de mi timidez. A mi prima que ten�a la misma edad, tambi�n le hacia cosas, pero ella ten�a mucho car�cter y todo lo dec�a, y con ella el �juego� le dur� poco. Pero yo, que era m�s cobarde, t�mida o imb�cil, no lo s�, nunca dije nada. El siempre me dec�a que yo era muy especial y que lo hac�a porque me quer�a mucho.
Cuando le cortaron la otra pierna, me hac�a ponerle la mano por debajo de los pantalones y masturbarlo. Recuerdo que mi abuela siempre se cre�a que se orinaba encima. Otras veces, me hac�a poner la cara entre sus piernas cortadas y �l se mov�a y siempre coincid�a mi boca en su pene. A mi me daba mucha verg�enza y �l me dec�a que si se lo dec�a a alguien o mi abuela se enteraba, se enfadar�a mucho conmigo y me pegar�a.
Todo esto dur� muchos a�os, tambi�n me besaba en la boca. Como yo no sab�a nada de sexo, cuando me baj� mi primera regla, pensaba que estaba embarazada. Mi madre se fue de viaje a Lugo y fue cuando peor lo pas� porque me qued� a vivir con ellos y fue horrible.
Cuando yo ya no me acerqu� mas a �l, porque ya comprend� que aquello no estaba bien, tendr�a 12 a�os, empez� con mi prima Silvia que a�n no ten�a 3 a�os pero lo pillaron enseguida, le dijeron de todo y mi pobre abuela me preguntaba si conmigo tambi�n lo hac�a.
Esta es la historia de una mujer que viene a consulta por problemas sexuales y s�ntomas depresivos, vive en un pueblo de la huerta y forma parte de una familia �normal�. Si embargo como en muchos otros casos ella ha sido v�ctima de abusos sexuales por su abuelo materno. Nunca ha contado su historia a nadie y desde bien peque�a ha tenido que sufrir en silencio. Las amenazas del abuelo si contaba algo; el miedo a lo mal que lo pasar�an su madre y su abuela si se enteraban de lo ocurrido; la preocupaci�n por como reaccionaria su padre y su propia timidez y falta de asertividad convirtieron algunos momentos de su infancia en una pesadilla de la que todav�a tiene secuelas.
Este relato sacado de la vida real ha sido escogido porque en el podemos observar muchas de las condiciones que se tienen que dar para que los abusos ocurran:
* Que una persona tenga inter�s sexual por los menores. (En este caso el abuelo lo ten�a)
* Que puede considerar aceptable su conducta o no pueda reprimirla (No reprim�a su conducta).
* Que el ni�o no sea capaz de resistirse al abuso (ni�a t�mida, miedosa)
* Que no haya protecci�n externa (siempre cuando la abuela no estaba en casa)
Como podemos ver no es tan dif�cil que se puedan dar todas las condiciones, especialmente cuando los abusadores son familiares o conocidos. Sin �nimo de dramatizar la situaci�n, de lo que debe quedar constancia es que el abuso sexual es un fen�meno que ocurre y como profesionales tenemos que estar preparados para afrontarlo.
�QU� ENTENDEMOS POR ABUSO SEXUAL?
Todas las agresiones y actos sexuales realizados con menores de edad y que ellos no comprenden o no tienen capacidad suficiente para consentir, constituyen lo que se denominan abusos sexuales. Estas pr�cticas se realizan desde una posici�n de poder o autoridad sobre el ni�o, mediante halagos, enga�os, amenazas o chantaje. Los contactos mantenidos pueden oscilar desde tocamientos a violaci�n, y las personas que los realizan pueden ser desconocidos o familiares.
Los abusos sexuales a menores han permanecido durante a�os en el m�s oscuro anonimato, se practican desde muy antiguo, en �La Etiopatolog�a de la Histeria� (Freud, S.,1896) Freud �descubre� experiencias sexuales tempranas de sus pacientes y la relaciona con la histeria: �En todo caso de histeria se ocultan uno o varios sucesos de precoz experiencia sexual, perteneciente a la m�s temprana infancia. Tengo este resultado como una caput Nili de la Neuropatolog�a. La importancia etiol�gica de los sucesos sexuales infantiles no aparece limitada al terreno de la histeria, extendi�ndose tambi�n a la singular neurosis obsesiva e incluso, quiz�, a la paranoia cr�nica y a otras psicosis funcionales�....Cuando se trata de relaciones sexuales entre dos ni�os el que desempe�a el papel agresivo hab�a sido seducido antes por una persona adulta e intentaba repetir con su pareja infantil, bajo la presi�n de su libido prematuramente despertada y a consecuencia de la obsesi�n mn�mica, aquellas mismas pr�ctica que le hab�an sido ense�adas.�
Cuando Freud lo present� en una reuni�n de la Sociedad de Psiquiatr�a y Neurolog�a en Viena sus colegas no estaban dispuestos a enturbiar el rosado mundo de la infancia victoriana. Krafft-Ebing, presidente de la reuni�n y psiquiatra de gran prestigio tach� su trabajo de cuento de hadas cient�fico y algunos meses m�s tarde ante la incredulidad de sus contempor�neos Freud se retracta �... me vi obligado a reconocer que aquellas escenas de seducci�n nunca tuvieron lugar, y que eran solamente fantas�as que hab�an elaborado mis pacientes o que yo mismo, quiz�, impuls� en sus mentes�.
Aunque no podemos achacar todos los problemas psicol�gicos de los pacientes de Freud a las vivencias sexuales traum�ticas en la infancia. Sin embargo, cuando nos adentramos en la lectura de los casos que describe para justificar su propuesta, los que trabajamos en este campo encontramos una gran similitud con lo que nos cuentan nuestros pacientes v�ctimas de abusos sexuales. As�, no nos cabe duda que muchos de sus pacientes tambi�n los sufrieron. Desgraciadamente la perspicacia freudiana se topo de pleno con los convencionalismos sociales que no estaban dispuestos a aceptar que estos hechos fueran posibles.
Tenemos que esperar al inicio de los a�os 70 cuando empiezan a reconocerse los abusos sexuales a menores como un problema social que requiere atenci�n. A partir de ese momento comienzan a surgir programas de prevenci�n, tratamiento y encuestas sobre estos temas en pa�ses como Inglaterra, Estados Unidos, Canad�, Alemania y Suiza.
La creciente conciencia social sobre este tema ha registrado un aumento significativo de los trabajos de investigaci�n. Sin embargo, la incidencia de casos que no son revelados se estima que es mucho mayor que la de los que salen a la luz. El ni�o, muchas veces, tiene miedo de contar lo ocurrido, sobre todo si el abusador es una persona cercana a �l. Adem�s los procedimientos legales para validar el episodio son dif�ciles y complejos y eso hace que los adultos desestimen con mucha frecuencia hacer alg�n tipo de denuncia con lo cual, se sigue escondiendo una realidad que tiene a los menores como tristes y calladas v�ctimas.
�QU� PODEMOS HACER LOS PROFESIONALES?
En primer lugar, aceptar esta realidad y prestar nuestra ayuda a los ni�os y familias que sufren por esta causa. Y nuestra responsabilidad no se debe limitar a la intervenci�n con el menor y/o la familia, sino que como profesionales debemos intervenir tambi�n con el abusador, con las personas que manifiestan estas conductas. Si los abusos sexuales existen, es por que hay menores v�ctimas y personas que cometen estos abusos. El acercamiento integrador que nos permita abordar el problema en su globalidad es la �nica manera eficaz de intervenir.
Desgraciadamente todav�a no tenemos todas las respuestas, el tratamiento de los abusadores, especialmente en nuestro pa�s, es uno de los grandes retos de la psicolog�a cl�nica. Sin embargo existen programas en otros pa�ses, como el de la Universidad de Minnesota, que tienen una larga experiencia en este campo que nos pueden servir de referencia. Otra cuesti�n fundamental es la jur�dica, en el programa de Minnesosta que antes cit�bamos, los abusadores recib�an tratamiento por orden judicial, aunque este tema es muy controvertido, y si bien es cierto que algunos abusadores por sus caracter�sticas de personalidad no van a ser susceptibles de tratamiento, muchos otros si se benefician del mismo. En Espa�a, todav�a tenemos mucho que hacer en este campo y es necesario un esfuerzo interdisciplinar para dar una respuesta responsable e integradora. Como profesionales no podemos olvidar que el abusador tambi�n tiene derecho al tratamiento. En un documento de la IATSO (International Association for the Treatment of Sexual Offenders) (Tabla 1), se aboga por la defensa, en todo el mundo, de un tratamiento de los delincuentes sexuales humano, digno, comprensivo, �tico y efectivo.
Otra cuesti�n que nos llama la atenci�n es el escaso conocimiento, poblado muchas veces de mitos y falsas creencias, que sobre los abusos sexuales tienen la mayor�a de profesionales que trabajan con ni�os; cuando estimamos que, para abordar este tema, es fundamental tener un acercamiento equilibrado, con una s�lida base en sexolog�a, adem�s de estar entrenado en cl�nica infantil. El hecho de que los abusos sexuales causen alarma social, hace que se subestime y/o sobrestime su importancia. As� nos podemos encontrar con profesionales que son incapaces de detectar un caso de abusos aunque aparezcan las se�ales m�s alarmantes, mientras que para otros se multiplican las sospechas. Ciertamente es m�s frecuente el primer caso y es que para muchos profesionales, los abusos sexuales todav�a no son considerados como uno de los problemas que pueden sufrir los menores (Pareciera que todav�a estamos en tiempos de Freud), durante demasiados a�os el silencio social que se ha impuesto ha ido calando y ha facilitado que estos permanecieran ocultos.
Por otro lado todav�a nos seguimos encontrando con profesionales para los que cualquier referencia a lo sexual es sospechosa. Nos hemos encontrado con la triste experiencia de ni�os que han sido derivados a nuestro servicio por el mero hecho de acostarse desnudos con su padre, o por ba�arse juntos. As� pues, es muy importante tener un criterio profesional equilibrado, que trascienda nuestros valores y nuestras costumbres, para poder evaluar adecuadamente todas las posibles hip�tesis.
Los indicadores de veracidad (Tabla 2) nos pueden servir de gran ayuda para iniciar el an�lisis de los hechos, siempre que los utilicemos como una referencia, que tiene que ser bien contrastada con la realidad del ni�o. Muchos de los ni�os que nosotros hemos tenido ocasi�n de tratar han presentado algunos de esos s�ntomas y sin embargo no han sido v�ctimas de abusos; mientras que ni�os que han sido sometidos a tocamientos (manipular sus genitales sin penetraci�n), si estos no van acompa�ados de agresiones no muestran grandes alteraciones de conducta. Es indudable la utilidad de la relaci�n de indicadores que aparecen en la tabla 2, pero insistimos en la cautela de su uso, especialmente si trabajamos con colectivos marginados. Por ejemplo, en ni�os con una grave problem�tica familiar podemos encontrar algunos de estos s�ntomas. Tambi�n estos s�ntomas aparecen en ni�os v�ctimas del maltrato.
El maltrato es otro de los grandes males la infancia y los profesionales debemos implicarnos en su detecci�n. Desgraciadamente todav�a nos encontramos personas sensibilizadas ante los abusos sexuales que no tienen conciencia de esta problem�tica. En un reciente curso con alumnos de psicolog�a que se mostraban sensibles ante los abusos sexuales, mostraron su sorpresa cuando se les habl� del maltrato f�sico y psicol�gico en los ni�os, llegando a comentar que el tema de los abusos era a su parecer mucho m�s grave, cuando nosotros hemos comprobado en nuestro servicio que la violencia domestica, las palizas y maltrato psicol�gico continuo es la peor pesadilla que puede vivir un ni�o. En nuestro programa de evaluaci�n diagnostica de abusos sexuales contemplamos la detecci�n del maltrato, puesto que entendemos que es responsabilidad de todos los profesionales que trabajamos con ni�os velar por su seguridad y bienestar, m�s all� de nuestros particulares objetivos profesionales.
As� pues, ante cualquiera de los s�ntomas presentados en la tabla 2 es necesario explorar al ni�o y comprobar a que responden los s�ntomas que presenta. En el caso de que encontremos indicios de que el ni�o ha sufrido abusos sexuales tenemos que ser muy cautos en nuestras manifestaciones, y si nos encontramos inseguros porque no tenemos experiencia en el tema, podemos solicitar la colaboraci�n de otros profesionales especializados que puedan hacer una evaluaci�n diagn�stica ya que es muy importante intervenir con precauci�n para que el ni�o no sufra de victimaci�n secundaria, especialmente en los casos en los que existe un conflicto familiar m�s o menos soterrado.
La evaluaci�n diagn�stica de los abusos es una intervenci�n psicol�gica de gran responsabilidad. Si nuestro criterio es equivocado podemos agravar el conflicto. No son del todo infrecuentes las falsas denuncias, especialmente en los casos en que media un conflicto de separaci�n matrimonial. Desgraciadamente algunos adultos no tienen reparos en utilizar a los hijos como herramientas para sus venganzas personales. Y que su compa�ero se vea envuelto en un proceso judicial acusado de abusos sexuales, termine o no en la c�rcel, puede ser una cruel venganza. Por esta raz�n, una de las consideraciones que se tiene que hacer siempre que evaluamos un caso es el beneficio que pudiera reportar la denuncia. Sin embargo la conciencia de la responsabilidad de nuestra actuaci�n no nos debe paralizar sino incrementar, si cabe, nuestro celo para que nuestros informes sean lo mas equilibrados posibles. No es bueno vernos como �salvadores� de la infancia y tener sentimientos de venganza hacia los abusadores.
Somos profesionales que debemos abordar el tema en su complejidad contemplando ecu�nimemente todos los factores implicados.
El papel de los padres (en los casos en que existen v�nculos saludables) es fundamental en la recuperaci�n del menor por lo que es muy importante la orientaci�n que les vamos a dar. En ocasiones es necesaria la atenci�n psicol�gica de los progenitores, ya que pueden sentirse culpables de no haber protegido suficientemente a su hijo, o les resulta inexplicable que estos hechos puedan suceder, invisti�ndolos de una gran carga de dramatismo que dificulta al ni�o o la ni�a superar los hechos. Tenemos que orientar a los padres sin alarmar y ayud�ndoles a entender lo ocurrido y a no sentirse responsables de lo ocurrido.
La mejor manera de evitar los abusos sexuales es a trav�s de una buena comunicaci�n con los hijos y con una adecuada educaci�n sexual. Bien es verdad que cualquier ni�o puede sufrir abusos sexuales, pero tambi�n es cierto, que si existe una buena comunicaci�n con sus padres, el ni�o podr� contarlo antes. Si adem�s, el ni�o ha tenido una educaci�n sexual, en la que se contempla y se promueve el respeto a los dem�s, las habilidades para defenderse de un agresor se van a multiplicar. Contemplar la sexualidad como una comunicaci�n privilegiada con los dem�s, como una forma de expresar amor, lejos de planteamientos machistas de dominaci�n es sin duda un buen ant�doto para evitar la violencia sexual. No debemos olvidar que estas medidas tambi�n contribuyen a la prevenci�n de los abusadores. En palabras del Profesor Eli Coleman, fundador de la IATSO (International Association for the Treatment of Sexual Offenders) la ausencia de v�nculos familiares positivos aparece en muchos abusadores. Si contribuimos a favorecer ese v�nculo y promovemos una educaci�n sexual no sexista que favorezca la empat�a, en alguna medida estamos evitando futuros abusos. No es casual que Suecia que desde los a�os 30 viene desarrollando programas de educaci�n sexual esta en el lugar m�s bajo de la tabla 3.
QU� PODEMOS HACER LOS PROFESIONALES?
En primer lugar, aceptar esta realidad y prestar nuestra ayuda a los ni�os y familias que sufren por esta causa. Y nuestra responsabilidad no se debe limitar a la intervenci�n con el menor y/o la familia, sino que como profesionales debemos intervenir tambi�n con el abusador, con las personas que manifiestan estas conductas. Si los abusos sexuales existen, es por que hay menores v�ctimas y personas que cometen estos abusos. El acercamiento integrador que nos permita abordar el problema en su globalidad es la �nica manera eficaz de intervenir.
Desgraciadamente todav�a no tenemos todas las respuestas, el tratamiento de los abusadores, especialmente en nuestro pa�s, es uno de los grandes retos de la psicolog�a cl�nica. Sin embargo existen programas en otros pa�ses, como el de la Universidad de Minnesota, que tienen una larga experiencia en este campo que nos pueden servir de referencia. Otra cuesti�n fundamental es la jur�dica, en el programa de Minnesosta que antes cit�bamos, los abusadores recib�an tratamiento por orden judicial, aunque este tema es muy controvertido, y si bien es cierto que algunos abusadores por sus caracter�sticas de personalidad no van a ser susceptibles de tratamiento, muchos otros si se benefician del mismo. En Espa�a, todav�a tenemos mucho que hacer en este campo y es necesario un esfuerzo interdisciplinar para dar una respuesta responsable e integradora. Como profesionales no podemos olvidar que el abusador tambi�n tiene derecho al tratamiento. En un documento de la IATSO (International Association for the Treatment of Sexual Offenders) (Tabla 1), se aboga por la defensa, en todo el mundo, de un tratamiento de los delincuentes sexuales humano, digno, comprensivo, �tico y efectivo.
Otra cuesti�n que nos llama la atenci�n es el escaso conocimiento, poblado muchas veces de mitos y falsas creencias, que sobre los abusos sexuales tienen la mayor�a de profesionales que trabajan con ni�os; cuando estimamos que, para abordar este tema, es fundamental tener un acercamiento equilibrado, con una s�lida base en sexolog�a, adem�s de estar entrenado en cl�nica infantil. El hecho de que los abusos sexuales causen alarma social, hace que se subestime y/o sobrestime su importancia. As� nos podemos encontrar con profesionales que son incapaces de detectar un caso de abusos aunque aparezcan las se�ales m�s alarmantes, mientras que para otros se multiplican las sospechas. Ciertamente es m�s frecuente el primer caso y es que para muchos profesionales, los abusos sexuales todav�a no son considerados como uno de los problemas que pueden sufrir los menores (Pareciera que todav�a estamos en tiempos de Freud), durante demasiados a�os el silencio social que se ha impuesto ha ido calando y ha facilitado que estos permanecieran ocultos.
Por otro lado todav�a nos seguimos encontrando con profesionales para los que cualquier referencia a lo sexual es sospechosa. Nos hemos encontrado con la triste experiencia de ni�os que han sido derivados a nuestro servicio por el mero hecho de acostarse desnudos con su padre, o por ba�arse juntos. As� pues, es muy importante tener un criterio profesional equilibrado, que trascienda nuestros valores y nuestras costumbres, para poder evaluar adecuadamente todas las posibles hip�tesis.
Los indicadores de veracidad (Tabla 2) nos pueden servir de gran ayuda para iniciar el an�lisis de los hechos, siempre que los utilicemos como una referencia, que tiene que ser bien contrastada con la realidad del ni�o. Muchos de los ni�os que nosotros hemos tenido ocasi�n de tratar han presentado algunos de esos s�ntomas y sin embargo no han sido v�ctimas de abusos; mientras que ni�os que han sido sometidos a tocamientos (manipular sus genitales sin penetraci�n), si estos no van acompa�ados de agresiones no muestran grandes alteraciones de conducta. Es indudable la utilidad de la relaci�n de indicadores que aparecen en la tabla 2, pero insistimos en la cautela de su uso, especialmente si trabajamos con colectivos marginados. Por ejemplo, en ni�os con una grave problem�tica familiar podemos encontrar algunos de estos s�ntomas. Tambi�n estos s�ntomas aparecen en ni�os v�ctimas del maltrato.
El maltrato es otro de los grandes males la infancia y los profesionales debemos implicarnos en su detecci�n. Desgraciadamente todav�a nos encontramos personas sensibilizadas ante los abusos sexuales que no tienen conciencia de esta problem�tica. En un reciente curso con alumnos de psicolog�a que se mostraban sensibles ante los abusos sexuales, mostraron su sorpresa cuando se les habl� del maltrato f�sico y psicol�gico en los ni�os, llegando a comentar que el tema de los abusos era a su parecer mucho m�s grave, cuando nosotros hemos comprobado en nuestro servicio que la violencia domestica, las palizas y maltrato psicol�gico continuo es la peor pesadilla que puede vivir un ni�o. En nuestro programa de evaluaci�n diagnostica de abusos sexuales contemplamos la detecci�n del maltrato, puesto que entendemos que es responsabilidad de todos los profesionales que trabajamos con ni�os velar por su seguridad y bienestar, m�s all� de nuestros particulares objetivos profesionales.
As� pues, ante cualquiera de los s�ntomas presentados en la tabla 2 es necesario explorar al ni�o y comprobar a que responden los s�ntomas que presenta. En el caso de que encontremos indicios de que el ni�o ha sufrido abusos sexuales tenemos que ser muy cautos en nuestras manifestaciones, y si nos encontramos inseguros porque no tenemos experiencia en el tema, podemos solicitar la colaboraci�n de otros profesionales especializados que puedan hacer una evaluaci�n diagn�stica ya que es muy importante intervenir con precauci�n para que el ni�o no sufra de victimaci�n secundaria, especialmente en los casos en los que existe un conflicto familiar m�s o menos soterrado.
La evaluaci�n diagn�stica de los abusos es una intervenci�n psicol�gica de gran responsabilidad. Si nuestro criterio es equivocado podemos agravar el conflicto. No son del todo infrecuentes las falsas denuncias, especialmente en los casos en que media un conflicto de separaci�n matrimonial. Desgraciadamente algunos adultos no tienen reparos en utilizar a los hijos como herramientas para sus venganzas personales. Y que su compa�ero se vea envuelto en un proceso judicial acusado de abusos sexuales, termine o no en la c�rcel, puede ser una cruel venganza. Por esta raz�n, una de las consideraciones que se tiene que hacer siempre que evaluamos un caso es el beneficio que pudiera reportar la denuncia. Sin embargo la conciencia de la responsabilidad de nuestra actuaci�n no nos debe paralizar sino incrementar, si cabe, nuestro celo para que nuestros informes sean lo mas equilibrados posibles. No es bueno vernos como �salvadores� de la infancia y tener sentimientos de venganza hacia los abusadores.
Somos profesionales que debemos abordar el tema en su complejidad contemplando ecu�nimemente todos los factores implicados.
El papel de los padres (en los casos en que existen v�nculos saludables) es fundamental en la recuperaci�n del menor por lo que es muy importante la orientaci�n que les vamos a dar. En ocasiones es necesaria la atenci�n psicol�gica de los progenitores, ya que pueden sentirse culpables de no haber protegido suficientemente a su hijo, o les resulta inexplicable que estos hechos puedan suceder, invisti�ndolos de una gran carga de dramatismo que dificulta al ni�o o la ni�a superar los hechos. Tenemos que orientar a los padres sin alarmar y ayud�ndoles a entender lo ocurrido y a no sentirse responsables de lo ocurrido.
La mejor manera de evitar los abusos sexuales es a trav�s de una buena comunicaci�n con los hijos y con una adecuada educaci�n sexual. Bien es verdad que cualquier ni�o puede sufrir abusos sexuales, pero tambi�n es cierto, que si existe una buena comunicaci�n con sus padres, el ni�o podr� contarlo antes. Si adem�s, el ni�o ha tenido una educaci�n sexual, en la que se contempla y se promueve el respeto a los dem�s, las habilidades para defenderse de un agresor se van a multiplicar. Contemplar la sexualidad como una comunicaci�n privilegiada con los dem�s, como una forma de expresar amor, lejos de planteamientos machistas de dominaci�n es sin duda un buen ant�doto para evitar la violencia sexual. No debemos olvidar que estas medidas tambi�n contribuyen a la prevenci�n de los abusadores. En palabras del Profesor Eli Coleman, fundador de la IATSO (International Association for the Treatment of Sexual Offenders) la ausencia de v�nculos familiares positivos aparece en muchos abusadores. Si contribuimos a favorecer ese v�nculo y promovemos una educaci�n sexual no sexista que favorezca la empat�a, en alguna medida estamos evitando futuros abusos. No es casual que Suecia que desde los a�os 30 viene desarrollando programas de educaci�n sexual esta en el lugar m�s bajo de la tabla 3. Prevalencia de Abusos Sexuales en Poblaci�n no Cl�nica PA�S NI�AS
NI�OS
Australia
28%
9%
Estados Unidos
27%
16%
Espa�a
23%
15%
Canad�
18%
8%
Dinamarca
14%
7%
Finlandia
14%
7%
Suecia
9%
3%
Por otro lado el gran reto que tenemos es informar sin alarmar, actuar como profesionales responsables, alej�ndonos del tono morboso que desafortunadamente utilizan algunos medios de comunicaci�n. En la tabla 4 aparecen algunas de las recomendaciones que podemos hacer a los padres preocupados por este tema. Nosotros entendemos que cualquier programa de prevenci�n de abusos sexuales debe realizarse en el marco m�s amplio de la educaci�n sexual y por supuesto contemplando la prevenci�n de los abusadores. Las campa�as alarmistas en las que se trata el tema fuera de contexto, en ocasiones no hacen m�s que confundir y crear una alarma desproporcionada.
LOS ABUSADORES
No todos los agresores tienen el mismo perfil de activaci�n sexual, ni el mismo grado de agresividad. As�, seg�n el grado de violencia con el que se lleva a cabo el delito, diversos autores han clasificado a los agresores en:
a) No violentos. Emplean la persuasi�n, enga�o o presi�n para someter a la v�ctima, bas�ndose en su relaci�n de autoridad y poder (adulto, padre, maestro).
�stos a su vez, se subdividen en otros dos grupos en funci�n de la exclusividad de su preferencia sexual:
- Ped�filos exclusivos: preferencia sexual exclusiva hacia los ni�os. Estos adultos experimentan satisfacci�n en contacto con los ni�os y les son insatisfactorias o rechazan las relaciones sexuales con otros adultos. Aunque se les ha descrito como personas inmaduras, son capaces de adoptar pautas de comportamiento adulto perfectamente adaptadas.
- Ped�filos oportunistas: Mantienen actividad sexual con adultos y en determinadas circunstancias abusan sexualmente de los ni�os. Manifiestan no tener predilecci�n por los ni�os, tienden a racionalizar los abusos atribuy�ndolos a las circunstancias en que se produjeron. A diferencia de los ped�filos exclusivos, interact�an con los ni�os como si �stos fueran mayores. La baja autoestima en la esfera sexual, el alcohol y otras drogas, las desavenencias conyugales, el hacinamiento y la vida desordenada son algunas de las circunstancias presentes en este tipo de abusos. Este subgrupo recoge al mayor n�mero de agresores. En nuestro servicio la mayor�a de abusadores son personas consideradas �normales� por sus vecinos y familia.
b) Violentos. Los que emplean el asalto o la violencia para someter a las v�ctimas. Son m�s responsables de lesiones y muertes. Tienen graves caracter�sticas de personalidad psicop�tica con antecedentes de conducta antisocial. La motivaci�n para el abuso es sexual y violenta al mismo tiempo. Su patr�n de conducta obedece a la b�squeda de sensaciones y a su propia satisfacci�n. Este grupo es mucho menos numeroso y evidentemente mucho m�s peligroso que el anterior.
RELACI�N DE LOS AGRESORES CON LOS NI�OS
Buena parte de los estudios consultados afirma que la gran mayor�a de los agresores conoce a los ni�os, s�lo un 15% de los abusos son realizados por desconocidos de la v�ctima. Adem�s se�alan que buena parte de esos abusos son cometidos en el propio hogar de la v�ctima por familiares pr�ximos. En nuestro servicio podemos decir que efectivamente la gran mayor�a son conocidos por los ni�os y muchos de ellos miembros de la familia.
La edad de los agresores oscila desde los adolescentes a los ancianos, siendo este �ltimo el estereotipo social. La referencia al viejo verde es frecuente, quiz� el anciano tiene menos habilidades para mantener oculta su acci�n y puede que inspire menos temor y por eso recibe mayores acusaciones, sin embargo el anciano no es el prototipo del abusador. En nuestro servicio hemos podido ver a chicos adolescentes y a hombres mayores, pero la mayor�a esta en una franja de edad de 20 a 50 a�os.
�QU� HACEN LOS AGRESORES SEXUALES?
Los ni�os que son v�ctimas de abusos sexuales distinguen claramente este tipo de contactos de las caricias afectivas que reciben en otras circunstancias. A pesar de la actitud seductora del agresor, el ni�o percibe claramente, aunque no entienda muy bien que est� pasando, que la situaci�n no es clara. Miradas insinuantes, toques insistentes, secreto, confidencialidad, presi�n, atenciones desproporcionadas, son algunas de las artima�as que el ni�o tiene que sortear.
Las conductas sexuales que se dan en los abusos sexuales se pueden clasificar en a) Directas:
*
Contacto genital o anal entre ni�o y adulto.
*
Penetraci�n anal, vaginal u oral.
*
Manipulaci�n del cuerpo por debajo y por encima de la cintura.
*
Masturbaci�n.
*
Otros actos de gratificaci�n sexual del adulto: frotterismo, eyaculaci�n sobre el menor, etc.
b) Indirectas:
En nuestro servicio hemos podido observar que las conductas m�s frecuentes llevadas a cabo con menores son, en el caso de los ni�os, intentos de penetraci�n anal y pr�cticas de sexo oral hacia el agresor, seguido de masturbaci�n al agresor y con muy poca incidencia la observaci�n de conductas sexuales o material pornogr�fico.
En el caso de las ni�as, las conductas m�s comunes son tocamientos en zona vaginal, con menor frecuencia se dan las pr�cticas de sexo oral al agresor, masturbaci�n e intentos de penetraci�n vaginal. Finalmente y con menor incidencia aparecen intentos de penetraci�n anal, observaci�n de conductas sexuales o material pornogr�fico y sexo oral hacia la menor. Es muy raro que nos encontremos con conductas donde se ha llevado a cabo penetraci�n vaginal y, cuando esto ocurre, suele ser en menores de m�s edad (p�beres o adolescentes). Suponemos que la penetraci�n vaginal esta condicionada al desarrollo f�sico de la menor.
Asociaci�n Internacional Para El Tratamiento de los Delincuentes Sexuales (IATSO)
Misi�n: La Asociaci�n internacional para el tratamiento de los delincuentes sexuales (IATSO) es una organizaci�n internacional cuyo cometido es la promoci�n del tratamiento e investigaci�n de los delincuentes sexuales en todo el mundo.
* Nos comprometemos a profundizar en el conocimiento sobre la naturaleza de los delitos sexuales y la mejora de los m�todos de tratamiento
* Apoyamos el tratamiento efectivo de los delincuentes sexuales adhiri�ndonos a los protocolos internacionales sobre atenci�n y cuidados.
* Creemos que el tratamiento de los delincuentes sexuales y su investigaci�n, se incrementa mediante la comunicaci�n internacional y el intercambio de ideas, investigaciones y metodolog�a de intervenci�n.
* Creemos que para reducir la incidencia de delitos sexuales y posterior victimaci�n de v�ctimas inocentes, el tratamiento de los delincuentes sexuales deber�a estar ampliamente promovido, disponible y accesible.
* Creemos que el castigo es una medida disuasoria inadecuada frente a los delitos sexuales y que la recidiva se reduce mediante el tratamiento del delincuente sexual.
* Creemos que el tratamiento del delincuente sexual es un derecho humano b�sico.
Nuestros prop�sitos y objetivos:
* El patrocinio de un Congreso Internacional bianual sobre Tratamiento de Delincuentes Sexuales para la difusi�n de las novedades en investigaci�n, metodolog�a de tratamiento y facilitaci�n de educaci�n continua y creaci�n de redes de trabajo.
* La promoci�n de congresos regionales y locales sobre tratamiento de delincuentes sexuales.
* Puesta al d�a de los protocolos sobre atenci�n y cuidados de la IATSO consistentes con los avances en el conocimiento sobre el tratamiento de los delincuentes sexuales.
* Defensa en todo el mundo de un tratamiento de los delincuentes sexuales humano, digno, comprensivo, �tico y efectivo.
LA PREVENCI�N DE ABUSOS SEXUALES, RESPONSABILIDAD DE TODOS
Acabar con los abusos sexuales es responsabilidad de todos. Los programas de prevenci�n en el marco de la educaci�n sexual, la sensibilidad social y profesional hacia el tema son necesarios para un abordaje profundo. Conseguir sistemas de detecci�n serios y eficaces que permitan la atenci�n preventiva sobre estos casos son los objetivos que tenemos que promover. No podemos olvidar que son muchos los profesionales involucrados: m�dicos, enfermeros, profesores, fiscales, jueces, abogados, psic�logos, pedagogos, asistentes sociales. Estas personas por su relaci�n privilegiada con los ni�os juegan un papel fundamental unos en la detecci�n y prevenci�n de los abusos sexuales y otros, en hacer m�s llevaderas las consecuencias judiciales que pudieran tener las denuncias. Cada vez existe una mayor preocupaci�n por la victimaci�n secundar�a que supone para el ni�o el proceso judicial. La legislaci�n de medidas que acaben con esa victimaci�n secundaria es una tarea pendiente por la que tenemos que seguir trabajando, adem�s de promover programas de prevenci�n de abusos desde el marco m�s amplio de la educaci�n sexual y por supuesto contemplando la prevenci�n de los abusadores. Las campa�as alarmistas en las que se trata el tema fuera de contexto, en ocasiones no hacen m�s que confundir y crear una alarma desproporcionada.
Por otro lado el gran reto que tenemos es informar sin alarmar, actuar como profesionales responsables, alej�ndonos del tono morboso que desafortunadamente utilizan algunos medios de comunicaci�n. En la tabla 4 aparecen algunas de las recomendaciones que podemos hacer a los padres preocupados por este tema.
Los abusos sexuales a los ni�os se dan en nuestra sociedad, a veces en la propia familia y tenemos que hacerles frente. Pero mucho cuidado con que esto suponga satanizar la sexualidad, como frecuentemente se hace con cualquier excusa. Prevenir contra los abusos no es prevenir contra el disfrute y el placer sexual. La sexualidad no es mala, las pr�cticas sexuales coercitivas son las negativas. Las agresiones tienen unas circunstancias y unas caracter�sticas precisas como ya hemos comentado y no tiene nada que ver con la satisfacci�n que nos puede proporcionar acariciar, besar, abrazar a nuestros ni�os. Los menores necesitan nuestro afecto, nuestro contacto y nosotros el suyo. Sembrar caricias en los ni�os es una de las mejores maneras de educarlos en la convivencia, en el amor, en la sexualidad.
Como profesionales debemos evitar a toda costa que los casos de abusos sexuales se conviertan en la coartada para crear desconfianza, hostilidad y paranoia hasta el extremo de que los padres no puedan ni acariciar a sus hijos sin temor a verse denunciados. Debemos cuidar que la informaci�n que nos llega no se magnifique y la prevenci�n no se convierta en evitaci�n del contacto f�sico.
El contacto con los ni�os y la comunicaci�n con ellos incrementa su autoestima y favorece el afecto. A m�s caricias menos abusos, podr�a ser el lema de un mundo m�s habitable para todos los ni�os y especialmente para las ni�as, que son las v�ctimas m�s numerosas de este secreto sufrimiento. Este es el mensaje que como profesionales de la salud y la educaci�n debemos transmitir.
El acercamiento a este tema desde la perspectiva integradora que nos ofrece la sexolog�a, contemplando aspectos m�dicos, psicol�gicos y sociales, puede servir de gran ayuda para ofrecer respuestas globalizadas a un tema interdisciplinar y complejo como son los abusos sexuales a menores.
NUESTRA EXPERIENCIA EN EL INSTITUTO ESPILL
Nuestra experiencia como entidad privada y como Servicio de Atenci�n Psicol�gica a Menores V�ctimas de Abusos Sexuales concertado con la Conseller�a de Bienestar Social de la Generalitat Valenciana en este tema, ha hecho que desarrollemos y llevemos a la pr�ctica un proyecto de diagn�stico y tratamiento donde se pueda llevar a cabo la intervenci�n con el menor, de forma que para el ni�o/a existan las menores consecuencias tanto a corto como a largo plazo, evitando as� la victimizaci�n secundaria.
Diagn�stico y Valoraci�n sobre la posible ausencia o presencia de abusos sexuales en los menores derivados a nuestro servicio.
El primer reto al que nos enfrentamos como profesional es el de realizar un diagn�stico y establecer unas conclusiones sobre si realmente el ni�o/a ha sufrido alg�n tipo de abuso sexual. Para ello, solemos desarrollar nuestro trabajo a lo largo de cinco sesiones aproximadamente (aunque es necesario personalizar en cada uno de los casos).
Es importante para nosotros delimitar la v�a a trav�s de la cual el menor llega a nuestro servicio ya que en muchas ocasiones nos encontramos con problemas de custodia o enfrentamientos entre adultos donde lo que se pretende es manipular al menor. Por ello, no siempre nos llegan los casos en los que el ni�o/a ya ha revelado el abuso, o casos de denuncia sino que en ocasiones la madre pide una valoraci�n para su tranquilidad ante distintas conductas del menor o sospechas sobre un adulto.
Nuestro punto de partida es el planteamiento de diversas hip�tesis de trabajo, modificables en funci�n del caso, pero que necesariamente deber�an abordar:
1. La posibilidad de que no existan abusos sexuales
2. Que existan abusos sexuales (siendo necesario indicar por parte de quien han podido ocurrir)
3. Que alguien est� manipulando al menor para que nos proporcione informaci�n tendenciosa con el objeto de sacar alg�n beneficio
4. Que el menor mienta o presente alguna patolog�a que favoreciera la invenci�n.
Tenemos que contemplar con extrema prudencia los casos en los que alguien pueda tener un beneficio secundario de la confesi�n del menor, por ejemplo, cuando hay un conflicto de pareja, en casos de separaciones conflictivas. Esto no quiere decir que en todas estas situaciones los abusos sean falsos. Pero, seg�n nuestra experiencia, es donde se producen el mayor n�mero de sospechas de abusos que luego no tiene fundamento.
Sesiones de Evaluaci�n y Diagn�stico
Nuestro trabajo de diagn�stico y valoraci�n se desarrolla en el m�nimo de sesiones necesarias para nuestros objetivos de diagn�stico y valoraci�n de los hechos, ofreciendo al menor y a la familia todo el apoyo psicol�gico necesario. En todas ellas se realiza la grabaci�n en v�deo de la entrevista con el menor. Para ello, es necesario pedir la autorizaci�n a los responsables del menor con el objeto de que esos v�deos no trasciendan salvo en caso de ser exigidos por un Juzgado.
Inicialmente se explica a los padres o responsables del menor, en que consiste nuestro m�todo de trabajo y el objeto con que se realiza cada cosa, se les tranquiliza y se les ofrece la informaci�n oportuna sobre nuestra experiencia en casos de menores que sufren abusos sexuales.
El objetivo durante la primera entrevista es simplemente establecer una relaci�n con el menor de forma que se sienta c�modo. En nuestro Instituto estamos desarrollando un protocolo de entrevista en funci�n de:
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La edad del menor
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Si el ni�o/a conoce los motivos por los que est� en Nuestro Servicio
Durante esta entrevista intervienen dos terapeutas; Uno de ellos recibe a la/s personas que acompa�an al menor con el objeto de recoger informaci�n relativa al desarrollo evolutivo y personal del ni�o, a la historia del abuso, como se han enterado de lo ocurrido y c�mo han llegado hasta nosotros. Es muy importante en esta entrevista cerciorarse de que las personas que conviven con el menor est�n capacitadas para protegerlo y valorar si se encuentra en una situaci�n de riesgo.
El otro terapeuta mantiene al mismo tiempo una charla distendida con el menor, en un ambiente c�modo y confortable encaminado a ganarnos su confianza.
Cuando nuestra entrevista se lleva a cabo con un adolescente se le informa del motivo de nuestra charla: estamos para ayudarle y resolver sus dudas porque tenemos conocimiento de lo que le ha pasado. Habitualmente no se hace una referencia inicial al hecho del abuso ni a nada que tenga relaci�n con el tema, simplemente se valoran aspectos puntuales como las relaciones en el colegio, en la familia, hobbies, ocio,...Esto facilita la relaci�n con el/la joven. Se trata de conseguir que durante la entrevista podamos obtener informaci�n de aspectos �ntimos del menor sin que este se sienta inc�modo para lo cual debemos partir de una esfera social (hobbies, deportes, colegio) posteriormente abordar aspectos personales (relaci�n con los amigos, relaci�n con los padres, aspectos que le preocupan,...) y finalmente centrar la entrevista en temas �ntimos en el que el joven/ni�o nos comente lo sucedido.
La despedida es un momento relevante sobre todo si ha existido revelaci�n del abuso, es importante que antes de despedirnos de nuevo abordemos temas personales y sociales con los que el menor se pueda sentir c�modo.
En las sesiones siguientes el objetivo principal es conseguir la revelaci�n del abuso de forma no dirigida y consiguiendo la mayor parte de informaci�n y detalles relevantes sobre el caso. Es importante minimizar el impacto de la revelaci�n y hay que preparar al menor, si el caso lo requiere, para una posible intervenci�n judicial.
En el caso de que el menor nos hubiera contado lo ocurrido, el objetivo de la sesi�n o sesiones siguientes ser�a confrontar algunos detalles que nos pudieran servir como indicadores de la fiabilidad de su testimonio. El motivo ser�a buscar la veracidad del testimonio, la congruencia entre la conducta verbal y no verbal, los efectos manifiestos sobre la relaci�n con el agresor y la correlaci�n con otros detalles de la vida general del ni�o/joven. Adem�s se dedica un espacio de tiempo para informar y orientar a la familia o a aquellas personas que conviven con el menor, principalmente en lo referente a que actitud tomar ante algunas conductas o comentarios del menor y cual es la postura m�s adecuada en este momento.
En las siguientes sesiones se pretende confrontar la veracidad de los hechos y el realismo del testimonio del menor, dedicando la mayor parte del tiempo a jugar con el ni�o y ayudarle a desarrollar estrategias de afrontamiento. Tambi�n son muy importantes, en esta etapa, las actuaciones encaminadas a normalizar la vida del menor, como la organizaci�n escolar, la relaci�n con los compa�eros, sus preocupaciones y miedos. Y obviamente evaluar las necesidades b�sicas del menor: comida, sue�o y estado emocional.
Finalmente en la �ltima sesi�n nuestro objetivo es ofrecer apoyo psicol�gico al menor. En este caso se trabaja con el fin de restablecer las posibles consecuencias a corto y largo plazo que han podido suponer el abuso. A su vez se pretende mejorar el rendimiento escolar, capacidad de atenci�n y concentraci�n y trabajar en la mejora de su autoestima y el control de ansiedad: estas intervenciones se realizan acordes a las necesidades de cada caso. Cuando sea estrictamente necesario, sin caer en el error de �terapeutizar� al menor se lleva a cabo un tratamiento psicol�gico a m�s largo plazo.
Desde nuestra experiencia estimamos que el numero de ni�os que requieren un tratamiento psicol�gico prolongado tras haber sufrido abusos sexuales es bastante bajo. En muchas ocasiones es m�s importante orientar a los padres o cuidadores, que se pueden sentir impotentes, culpables, tristes y enfadados ante lo ocurrido. Estas actitudes negativas pueden llevarles a una visi�n catastr�fica y alarmista sobre las consecuencias del abuso en el menor.
En la mayor parte de las intervenciones en que es necesario un tratamiento posterior o un seguimiento, se intentan derivar los casos a aquellos profesionales que pueden mantener un contacto m�s directo y durante m�s tiempo con el menor (por ejemplo cuando los menores estaban en tratamiento antes de acudir a nuestro Instituto se vuelven a remitir a dicho profesional, o bien al psic�logo del Centro escolar, o a psic�logos de los Servicios Municipales o Centros Base).
Cuando los menores manifiestan serias consecuencias a corto plazo se lleva a cabo el tratamiento por parte del mismo equipo de valoraci�n. Cuando se ha llevado a cabo un abuso intrafamiliar, donde el tipo de abuso no excede de tocamientos y el menor desea mantener el v�nculo con el agresor, se lleva a cabo un seguimiento del menor por parte de nuestro equipo y el tratamiento del adulto agresor por parte de otro equipo especializado.
Intervenci�n con la familia.
Nos parece relevante la intervenci�n con la familia desde la primera sesi�n tanto si el abuso es intrafamiliar como si se lleva a cabo fuera del entorno familiar, aspecto este que es necesario tener en cuenta ya que el tipo de intervenci�n es diferente en ambos casos. El primer objetivo deber�a ser siempre proteger al menor del presunto agresor pero intentando que el ni�o/a sufran los menores cambios posibles en su entorno inmediato.
Es fundamental cuando el agresor permanece en el domicilio evitar que el abuso se vuelva a repetir. Cuando esto ocurre existe un coste elevado para el menor ya que una vez que ha pedido ayuda para ser protegido no lo hemos podido hacer, con lo cual resultara muy dif�cil que de nuevo vuelva a comentar lo que le esta sucediendo. Adem�s la presi�n del agresor hacia el ni�o para que mantenga el secreto se incrementa. Por ello, desde nuestra experiencia consideramos oportuno que se mantenga al menor protegido de la presencia del presunto agresor. Si el agresor es un primo/a o un hermano/a los padres, en general pueden proteger al menor con �xito.
Sin embargo cuando el agresor es el padre (ponemos este ejemplo ya que es m�s habitual que el agresor sea el padre que la madre), las cosas se complican, puesto que si no ha habido maltrato f�sico, ni violencia, y s�lo han sido tocamientos, los menores, en la mayor�a de los casos no desean romper el v�nculo con el abusador.
Y puede ocurrir que:
La madre no sea consentidora y la relaci�n de pareja se desequilibre o rompa, con lo cual el padre suele abandonar el domicilio.
La madre consienta expl�cita o impl�citamente la situaci�n, el consentimiento impl�cito es lo m�s habitual. Ante esta actitud de la madre que favorece el desamparo del menor se hace imprescindible tomar medidas cautelares para protegerlo.
En los casos arriba mencionados en los que no ha habido maltrato f�sico, ni violencia, s�lo han sido tocamientos y los menores no desean romper el v�nculo con el abusador. Es fundamental valorar si la madre o el padre no agresor es capaz de controlar que en ning�n caso el menor y el agresor est�n a solas. Si esto no fuera posible es necesario que el agresor salga del domicilio hasta que reciba la ayuda oportuna y se tenga la seguridad de que los hechos no volver�n a ocurrir.
Es evidente, que en algunos de estos casos la madre protege correctamente al menor y adem�s desea ayudar a su pareja para que estos hechos no vuelvan a ocurrir y la familia se pueda normalizar.
Es importante transmitir a la familia que es necesario aceptar lo ocurrido e integrarlo para poder normalizar lo antes posible las relaciones familiares.
INTERVENCI�N CON LOS ABUSADORES
Nuestro trabajo con los menores en el tema de abusos sexuales no estar�a completo, si no dedic�ramos apoyo y atenci�n a los presuntos agresores sexuales. Por ello, es necesario ofertar la posibilidad de ayuda terap�utica para el agresor en aras ha evitar que los hechos se repitan y proteger a las posibles futuras v�ctimas
Como ya hemos comentado, nuestro servicio deriva a tratamiento aquellos casos en los que los abusos han consistido en tocamientos, no se ha utilizado la agresividad y adem�s el menor manifiesta su inter�s en mantener el v�nculo con el agresor, de forma que los casos son derivados a un servicio de sexolog�a cl�nica en atenci�n primaria especializado en dicho tratamiento. En los casos en que existe denuncia, afortunadamente, los jueces son cada vez m�s proclives en atender las recomendaciones de tratamiento para los agresores.
PROYECTO PILOTO CON J�VENES AGRESORES
En nuestro servicio se esta desarrollando un proyecto piloto con j�venes agresores. La inclusi�n en el proceso terapeutico es voluntaria. El procedimiento consiste en una terapia de grupo donde se abordan las causas por las que han llegado a abusar y/o a agredir, estrategias de afrontamiento, control de impulsos, reestructuraci�n cognitiva, habilidades en resoluci�n de problemas, habilidades sociales. Esta terapia se Complementa con un programa de educaci�n sexual basado en el respeto a los derechos sexuales, la sexualidad como veh�culo de comunicaci�n privilegiada, el conocimientos de la sexualidad masculina y femenina, etc.. Es requisito imprescindible para entrar en el grupo que en la entrevista individual hayan sido capaces de comentar lo sucedido y aceptar su responsabilidad en lo ocurrido. En algunos casos hemos encontrado �til integrar en el proceso psicoterapeutico el uso f�rmacos para mejorar el control de impulsos y favorecer la expresi�n de emociones. Se contempla que los menores adem�s de la terapia de grupo puedan tener apoyo psicol�gico individual.
Podemos concluir que todav�a tenemos mucho que aprender de la intervenci�n en los abusos sexuales a menores, pero el tratamiento de los agresores es, sin duda el gran reto, y tarea imprescindible si queremos proteger a los menores.
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